martes, 30 de junio de 2020

DESDE LA TRINCHERA (II)

“Subnormal: es lo que eres.
Además de zorra y bollera acomplejada, dando bombo a mentiras creadas por maricones acomplejados.”
“Tu madre = una hija de puta
Tú = también”
“PUTAS TERFS DE MIERDA! (cara enfadada, puño agresivo)”

Estos son algunos de los “cariñosos” mensajes que me dedicaron en Twitter. Omito aquellos en que me llamaron terf y otros insultos más de andar por casa como: paleta, inculta, gilipollas… Fueron una primera respuesta a mis tuits. Quiero decir que no fueron como resultado de una conversación que fue subiendo de revoluciones y los ánimos se exaltaron. No, así, a las bravas, sin paños de agua fría. Sus autores tienen algo en común: son trans y son hombres. Son los mismos que llevan camisetas con la frase “Kill terfs” o se presentan en el 8M con pancartas donde se alienta a agredir a quienes no estén de acuerdo con sus creencias. Y esto es, precisamente, lo que son debajo de ese barniz de postmodernidad: varones que han sido socializados como hombres y usan la agresividad y violencia para imponerse a los demás. Son hombres porque actúan como hombres, con violencia hacia las mujeres porque se sienten por encima de ellas. Paradójicamente, pretenden ser mujeres. Esas mismas que odian. Quieren ser mujeres, pero las mujeres no somos así. Todos estos hechos, sus mensajes, su actitud agresiva, deslegitiman su mensaje, les resta credibilidad y se asemeja bastante a un “¡soy mujer porque me sale de los cojones!” Un discurso bastante machista y misógino. “Aquí estamos nosotros, apartaos feministas, que hemos llegado.” Después de todo esto, ¿cómo pretenden que compartamos nuestros espacios con semejantes energúmenos? ¡Es como meter al lobo en el gallinero! Seguramente, no todos son así y sentirán vergüenza de semejante caterva que destila testosterona a rabiar por cada poro de su cuerpo.

Entiendo que los transexuales lo tienen difícil. Conviven en una sociedad patriarcal que no les acepta porque son esos hijos díscolos que han renegado de su sexo para pasarse al enemigo. El feminismo siempre ha acogido a las mujeres y hombres transexuales. Su lucha ha sido nuestra lucha. Lidia Falcón peleó por pedir sus derechos en una época particularmente difícil de nuestra Historia. Sin embargo, con la aparición de la Teoría Queer, un nuevo gallo ha llegado al corral. Es un gallo que porta las plumas de la postmodernidad y que posee la mirada hipnótica de una cobra. No ha venido para encontrar un sitio en el feminismo. Ha llegado abriendo la puerta de una patada y pretendiendo ocupar el sujeto político del feminismo. Un movimiento al que pretende moldear a su gusto como si fuera plastilina y si no estás de acuerdo con los postulados queeristas, si protestas, si te muestras disidente con sus locuras, tiene a punto el dedo inquisitorio para acusarte de transfobia. Son la nueva Inquisición y, como la antigua, las mujeres siempre terminamos en sus hogueras.

Muchas veces me pregunto, ¿cómo es posible que los seguidores de la Teoría Queer, cuyo número es evidentemente menor que el de las mujeres, tenga tanto poder como para poder cambiar las leyes o dictar otras a su gusto? ¿Cómo es posible que se pretenda cambiar a una sociedad entera para acomodar a una minoría? Y la respuesta es que son una nueva arma de un viejo enemigo: el patriarcado. Con astucia, ha infiltrado a sus huestes dentro del feminismo para hacerlo estallar desde dentro. El es viejo y super efectivo “divide y vencerás” Y lo están consiguiendo. Muchas mujeres, deslumbradas por el brilli brilli de estos falsos profetas, están dispuestas a renunciar a derechos que tan duramente han sido conseguidos o en hacer que las leyes que nos protegen queden convertidas en papel mojado. De continuar así, la LVdG dejará de tener sentido. Pronto veremos que las mujeres encabezamos las estadísticas de violencia machista. También seremos violadoras. Conseguir la paridad en puestos de responsabilidad será una quimera pues, siendo todos hombres, si se autoproclaman como mujeres, no sólo habremos conseguido la igualdad sino la mayoría en esos puestos. Asistiremos a competiciones femeninas donde quienes participan son hombres. ¿Os imagináis un gobierno compuesto únicamente por varones que se declaran mujeres y que proclaman: “el patriarcado ha muerto, ¡viva el matriarcado!” Ya tenemos casos de hombres, asesinos y violadores, encerrado en cárceles de mujeres simplemente porque han dicho que los son, exponiendo a las reclusas a ser violadas o agredidas? El Internet circulan videos de abogados que enseñan a eludir las leyes de violencia de machista usando la identidad de género.

Hermanas, estamos en guerra. El patriarcado ha lanzado una potente ofensiva. Han fijado su objetivo en las mujeres lesbianas, que se han convertido en blanco de los ataques misóginos de los queers y que pretenden obligarlas a mantener relaciones sexuales con mujeres transgénero bajo la amenaza de acusarlas de transfobia. Delirante, ¿no? Pues ese delirio tiene nombre y es contra quien debemos cerrar filas y luchar. ¡Basta ya de partidos supuestamente feministas que nos traicionan y que son la puerta de atrás para dejar entrar a quienes se lucran con la explotación sexual y reproductiva de las mujeres, que las discriminan y borran, que no ven en el género un sistema opresor y que pretenden mutilar a niñas y niños por salirse de la disciplina del género!

No acepto a ese feminismo que nos califica de personas menstruantes, con vagina, gestantes... , que asiste impasible y aprueba eliminar la palabra “mujer” de todo ámbito. Como decía Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.

Unidas somos más fuertes. No podemos aceptar seguir siendo moneda de cambio en los programas políticos. Tenemos que tener la suficiente valentía como para afrontar nuestro futuro. Llevamos a nuestras espaldas siglos de lucha. Somos la Cuarta Ola del Feminismo y tenemos que conseguir que tenga la fuerza de un tsunami y que no termine muriendo mansamente en la orilla de la playa.

Hélène Deschamps


Cita Revolucionaria© sur Twitter : "Simone de Beauvoir: «El ...








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